sábado, 18 de junio de 2016

Lecciones “francesas”


Encaminándonos hacia las elecciones del 26 de junio, para prepararnos para lo que tenemos por delante, tenemos que mirar un poco fuera de nuestras fronteras, a Francia. El gobierno de Hollande fue elegido en 2012 con la consigna de imponer más impuestos a los ricos, en favor de las trabajadoras. Había quienes pensaban que Francia iba a crear un contrapeso de izquierdas a lo que se considera como el eje de la política europea de austeridad, Alemania. Las direcciones de los sindicatos franceses, con CGT (el sindicato más grande en Francia) en primera línea, se habían creído y aceptado las promesas de Hollande antes de las elecciones. Habían parado las luchas e intentaban conservar la paz social. Pero, bastante rápido, las cosas cambiaron. Bajo la presión de los capitalistas y de la UE, los grandes planes de políticas sociales quedaron a un lado. El gobierno de Hollande empezó a utilizar el racismo y la islamofobia para salvar el pellejo. Y fue esta política la que fomentó la subida de Le Pen. Hollande cambió a su primer ministro y, junto con Valls, empezó a atacar a la clase trabajadora. La ley El Khomry, la reforma laboral más reciente, es la peor etapa de todo este recorrido.

Y vino la resistencia. A todos los niveles. Contra los fascistas y contra el gobierno. Contra los prejuicios de los que dicen que la resistencia a un gobierno de centro-izquierdas puede ayudar solo a la derecha o, aún peor, a la extrema derecha, en este momento es la clase trabajadora, con la izquierda más combativa, la que dirige la lucha.

Una descripción de los últimos días dice: “Mientras siguen las huelgas en las refinerías, en las centrales nucleares y en Air France, se incorporan a las luchas más sectores, como los trabajadores de las cuatro sucursales de la multinacional Amazon. La huelga empezó en las tres sucursales un día antes de la huelga general del 26 de mayo y se extendió a la cuarta. Los huelguistas erigieron barricadas hechas con palés por fuera de los almacenes y pararon la distribución de los pedidos. Mientras tanto, los trabajadores y trabajadoras precarias de la Biblioteca Nacional de la Universidad en Saint Denis, después de un mes de ocupaciones, han conseguido que la dirección negocie sus condiciones laborales. La lucha sigue y en la última movilización, el pasado 4 de junio, ocuparon los cajeros y la entrada en la biblioteca era gratis todo el día.”

Tenemos que sacar conclusiones. La crisis es tan profunda que no deja espacio para esperanzas de gobiernos no dispuestos a enfrentarse con el sistema, de llevar a cabo cualquier cambio progresista. Por ello, es absurdo que Podemos e Izquierda Unida nos quieran convencer de lo contrario, proponiendo una alianza gubernamental con el PSOE, partido hermano del Partido Socialista Francés y de Hollande. La economía española está en una situación aún peor que la de Francia. Las presiones para más ajustes, austeridad y reformas laborales aún más salvajes serán más fuertes aquí, sea cual sea el gobierno que se forme después del 26 de junio.

Si necesitamos ejemplos, basta mirar a los y las trabajadoras francesas. Más huelgas, más piquetes, más ocupaciones y organización militante desde abajo. Esta es la vía para asegurar que no seamos nosotros y nosotras las que paguemos la continuación de esta crisis.

40 años de la revuelta en Soweto


Soweto es un enorme asentamiento de chabolas al suroeste de Johannesburgo en Sudáfrica, con una superficie actual de alrededor de 200 kilómetros cuadrados y 1,2 millones de habitantes. Se construyó gradualmente por las políticas racistas del estado sudafricano que prohibía a la población negra que viviera en regiones de exclusión. Para ir al trabajo a Johannesburgo, a casi 20 kilómetros, necesitaban “pasaportes internos” especiales.

Hasta su nombre es una herencia del apartheid del régimen de discriminaciones raciales. Proviene de las sílabas iniciales de las palabras South Western Townships (Barrios del Suroeste) y se estableció oficialmente en 1963. A principios de los años 70, un 86% de los hogares no tenía corriente y un 96% no tenía aseos. El desempleo alcanzaba al 54%.

En junio de 1976 Soweto estalló. La ocasión la ofreció la decisión del estado racista de imponer la enseñanza del afrikáans, el idioma de los colonos blancos (de origen holandés) en los colegios de los negros. La mayoría de los maestros y maestras blancas, en todos los casos, no sabían este idioma. Pero esto tenía poca importancia, ya que la decisión no tenía mucho que ver con la enseñanza.

El régimen racista del apartheid no tenía mucho interés por estas cosas. Como había dicho el ex-primer ministro Verwoerd: “entre la comunidad blanca no hay espacio para trabajo de negros por encima de un cierto nivel. ¿Cuál sería la razón de enseñar matemáticas a un niño Bantú [africano] si nunca lo va a necesitar? El objetivo de esta decisión era “instaurar la disciplina” a los “indígenas indisciplinados”.

La ley de la enseñanza del afrikáans se había publicado en 1975. En abril de 1976, los y las alumnas de Soweto empezaron un paro permanente de sus clases. En 13 de junio establecieron la Coordinadora de este paro, el “Consejo Representativo de Alumnos de Soweto”. El 16 de junio salieron a la calle para manifestarse contra esta decisión escandalosa. 

Alrededor de 20 mil alumnxs se encontraron delante de la fuertemente armada policía que abrió fuego, sin ninguna advertencia, con balas reales. La primera víctima, Hector Pieterson se convirtió en símbolo de la revuelta. En suma, aquel día la policía asesinó 21 niños y niñas.

Sin embargo, la juventud de Soweto no se rindió. Los manifestantes respondieron con piedras, botellas, cócteles molotov, incluso mochilas escolares se lanzaban contra los asesinos. Los enfrentamientos siguieron toda la noche. Y el día siguiente 1500 policías armados con metralletas y acompañados por vehículos blindados y helicópteros se encargaron de restaurar el “orden”. El ejército se movilizó para el caso de que fuera necesaria  su intervención.

La cifra total de los asesinados todavía sigue sin confirmar. Hay consenso que hubo por lo menos 176 muertos y muertas. Los heridos por balas alcanzaron los mil.

La matanza hizo estallar una ola de revueltas que se extendió a todos los asentamientos de negros y duró más de un año. El liderazgo de estas revueltas tanto en Soweto como en Ciudad del Cabo fue de la juventud negra. Organizaciones de la misma convocaron y organizaron dos grandes huelgas de solidaridad en agosto y en septiembre. Manifestaciones, boicot y enfrentamientos con la policía eran el día a día.

En Ciudad del Cabo, un papel importante lo tuvo la llamada juventud “de color”, o sea de origen mixto. En la asquerosa jerarquía del apartheid esa gente se posicionaban un poco más alto que los negros y los indios. Aun así, ellos también necesitaban pasaportes internos para trasladarse y trabajar, y eran también víctimas de un montón de medidas humillantes.

Otro objetivo del movimiento fueron los colaboradores del apartheid, negros adinerados con cargos en las instituciones locales y los “parlamentos” que tenían como su única función imponer las prohibiciones del régimen. En junio de 1977, por ejemplo, el movimiento de la juventud derrumbó el consejo nombrado a dedo que gobernaba Soweto.

Sin embargo, el régimen movilizó todo su arsenal de represión.En un año los asesinados habían alcanzado los 700 y el movimiento entró en una fase de retirada. Una de las víctimas más conocidas de esta represión fue Steve Biko, uno de los líderes del movimiento de “Consciencia Negra” cuyas organizaciones habían jugado un papel central en la lucha de Soweto.

Las condiciones en Soweto eran miserables. Pero la revuelta no fue producto de la desesperación. Fue fruto de la autoconfianza que había empezado a crecer en los primeros años de los 70. El 21 de marzo en 1960 la policía había asesinado 69 manifestantes en otro asentamiento, Sharpeville. Estaban protestando por la extensión de las racistas “leyes de traslado” a las mujeres. La matanza conmovió la opinión pública a nivel internacional. Pero, al mismo tiempo, la represión machacó al movimiento negro durante más de una década. La matanza de Soweto tuvo el resultado opuesto.

Una de las fuentes de esta autoconfianza provenía de los acontecimientos en la región a nivel más amplio. En 1976 el ejército sudafricano invadió a Angola, el país vecino. Angola había sido una colonia portuguesa, cuyo movimiento de liberación había contribuido al estallido de la Revolución de los Claveles en Portugal en 1974. Dos años más tarde, el MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola), el movimiento principal del país, estaba a punto de vencer. Y el régimen racista de Sudáfrica no quería este tipo de ejemplos fastidiosos en su “patio”.

Pero la invasión (que iba a continuar hasta el 1980) no fue bien. Los negros de Sudáfrica podían ver en las (poquísimas) televisiones que tenían acceso, oficiales “superiores” blancos  cautivos de milicianos negros. Acontecimientos similares se estaban desarrollando en Mozambique, otra ex-colonia portuguesa con fronteras con Sudáfrica.

La segunda fuente de la autoconfianza era el auge del movimiento de la clase trabajadora negra. El capitalismo sudafricano se había basado desde su nacimiento en el racismo. Pero, como había vivido su propio “milagro económico” en las décadas después de la segunda guerra mundial, estaba creando a su propio enterrador, la clase trabajadora negra. La propia imposición del “apartheid” en 1948 tenía como objetivo imponer la disciplina a esta clase que había mostrado su combatividad después de la Guerra.

En enero de 1973 una ola de huelgas progresó en Durban, con la segunda periferia industrial más grande del país, después de Johannesburg. En aquel mes, casi 100 mil obreros negros en varias fábricas y empresas se pusieron en huelga. La reivindicación central era el aumento del sueldo, ya que  a los salarios de hambre que cobraban se unia la pérdida por la inflación. La ola huelguista llegó hasta Johannesburg y otras regiones.

En total, en 1973, se llevaron a cabo 246 huelgas en varios sectores. En septiembre de aquel año, la policía abrió fuego contra los mineros que estaban en huelga en la mina de oro Western Deep Levels Mine (al oeste de Johannesburg). Estaban en huelga contra los salarios de hambre y recibieron balas: el resultado fue 12 muertos y 38 heridos.

El sindicalismo estaba prohibido para los obreros negros en Sudáfrica. Las huelgas de 1973 rompieron estas reglas. Por supuesto, los sindicatos de obreros negros no se legalizaron inmediatamente, pero la patronal empezó a negociar con ellos. Antiguamente los empresarios podían echar a los migrantes negros obreros no especializados. Esto en los años setenta no era fácil porque ya los obreros estaban trabajando en el corazón del capitalismo. Y la clase obrera empezó a tener victorias pequeñas pero importantes.

Por eso, a pesar de toda la represión, el movimiento no se apagó después de Soweto. En los años siguientes la clase trabajadora negra iba a crear organizaciones masivas cuyas luchas iban a desarraigar al régimen racista. En 1984-1986 los asentamientos de chabolas iban a estallar otra vez, bajo la iniciativa del Congreso Nacional Africano (CNA) que había ganado la hegemonía en el movimiento. El fin del apartheid estaba más cerca.

Leandros Bólaris

sábado, 11 de junio de 2016

Por un voto crítico y anticapitalista a Unidos Podemos



La repetición de las elecciones generales el 26 de Junio es un claro fracaso de la clase dirigente. En un momento en el que necesitan seguir exprimiendo a la gente trabajadora con la excusa de la austeridad y los arbitrarios límites de déficit público, no han sido capaces de impulsar un gobierno a su medida. A pesar de lanzar, con relativo éxito, la operación populista de derechas de Ciudadanos con el objetivo de frenar a Podemos. Desde el Colectivo Acción Anticapitalista (CAA) celebramos este fracaso. 
 

Los resultados de las últimas elecciones generales del 20 de Diciembre de 2015 mostraron un claro giro a la izquierda, reflejada especialmente en la fuerte irrupción de Podemos, siguiendo la senda de varias elecciones autonómicas y municipales. Sin embargo, este giro hacia posiciones de izquierda reformista no es suficiente para responder a las necesidades de las clases populares y trabajadoras en un escenario de un capitalismo en crisis tremendamente agresivo, lo que se refleja desde las guerras imperialistas en Oriente Medio a la austeridad de la Unión Europea, pasando por el maltrato y la condena a muerte de migrantes en el Mediterráneo. 
 

Los gobiernos reformistas de izquierda en Francia y Grecia nos muestran claramente los límites del reformismo. En Francia, el Partido Socialista Francés acaba de aprobar por decreto una reforma laboral que ataca frontalmente a los derechos de la gente trabajadora para enriquecer a los de arriba y, en Grecia, el gobierno de Syriza despliega la austeridad más atroz al tiempo que colabora activamente en la represión a las personas refugiadas.


Al mismo tiempo, también Francia y Grecia nos muestran el papel clave de las luchas sociales en las calles y los centros de trabajo contra los ataques y los recortes de libertades de la derecha y las izquierdas reformistas.




En el Estado español, a pesar del discurso de la casta del PPSOE sobre la salida de la crisis, presumiendo de sus cifras macroeconómicas, las clases populares y la gente currante aún seguimos sufriendo su crisis. Sufrimos niveles insultantes de desempleo, precariedad laboral, desahucios, emigración forzada, degradación ambiental, recortes de servicios públicos, etc. Estos efectos de la crisis capitalista son aún más brutales en nuestra tierra, Andalucía, sumida aún en la subalternancia política y económica.




En este contexto internacional, estatal y andaluz, necesitamos una alternativa política claramente revolucionaria que impulse las luchas sociales desde abajo y plantee una salida anticapitalista a la crisis sistémica, empujando en la construcción de poder popular entre la gente trabajadora. Desde CAA venimos participando en No Hay Tiempo Que Perder (NHTQP) con este objetivo.



La dirección estatal de Podemos ha ido girando a la derecha desde sus inicios apoyándose en la herencia del Movimiento 15M. Un vuelco a la derecha desde el supuesto Podemos-movimiento social en su programa, en su práctica política y en su discurso. Una estrategia guiada por el populismo de Iñigo Errejón que queda, una y otra vez, en evidencia cuando pregona la supuesta “transversalidad” de un proyecto que no es “ni de izquierda ni de derechas”, al mismo tiempo que pacta con Izquierda Unida (IU) y se nutre de un electorado claramente de izquierda y de clase trabajadora. El populismo de Podemos, en una huida hacia delante desesperada por votos, intenta contentar a todo el mundo (incluyendo a la clase dirigente) en un panorama en el que la lucha de clases se hace cada vez más evidente. Al mismo tiempo, el sector supuestamente “anticapitalista” de Podemos, con Teresa Rodríguez a la cabeza, prioriza cada vez más la táctica institucional, supeditando el impulso de las luchas sociales a un segundo o tercer plano. Se aleja así cada vez más del anticapitalismo que pregona, cada vez en menor medida y con menos convencimiento.


Este enfoque populista y reformista de la dirección de Podemos le ha llevado a abandonar reivindicaciones claves para que la crisis la acaben pagando quienes la han provocado, como, por ejemplo, una renta básica para tod@s, la recuperación del control público en los sectores estratégicos de la economía, la prohibición de despidos en empresas con beneficios o un referéndum vinculante sobre la salida de España de la OTAN. Tanto ha girado a la derecha, que la dirección de Podemos está ahora deseosa de pactar con la casta del PSOE, un partido hundido hasta sus cimientos en el Régimen corrupto del 78 y al servicio del capitalismo. Ahora Podemos se presenta a las elecciones en coalición con la burocracia de IU y el PCE, especialistas en apuntalar al PSOE y justificar sus recortes, como vimos con el pacto PSOE+IU en Andalucía en la legislatura pasada. Desde sus orígenes, la dirección de Podemos ha venido construyendo un partido que funciona de arriba abajo, con escasas posibilidades de participación democrática desde sus bases más allá de que la secretaría de organización esté ocupada por Sergio Pascual o Pablo Echenique.



Con estas críticas de fondo, desde el CAA pedimos un voto crítico desde el anticapitalismo para la candidatura Unid@s Podemos, de Podemos e Izquierda Unida (IU) de cara a las elecciones general del 26J en Sevilla. En las provincias donde nuestros compañeros y compañeras en NHTQP de IZAR (Izquierda Anticapitalista Revolucionaria) presentan candidatura (como Almería, Granada y Málaga) pedimos el voto para estas candidaturas anticapitalistas.



Defendemos esta opción electoral en este momento porque no existe ninguna alternativa anticapitalista con bases sociales sólidas que se presente a las elecciones en Sevilla y porque Podemos sigue siendo un factor de inestabilidad para la clase dirigente (recordemos que no obtiene su financiación de la banca) al tener unas bases con raíces en numerosos movimientos sociales como las Mareas, las Marchas de la Dignidad, sindicatos alternativos, la Plataforma de Afectad@s por la Hipoteca (PAH), etc. Además, un gobierno de o con Podemos dentro sería vivido como una victoria por mucha gente trabajadora y, debido a sus bases, sería más sensible y frágil frente a las luchas sociales, ya que si no accediese, al menos, a parte de sus reivindicaciones podría perder de forma acelerada su apoyo social, que en gran parte se movilizó y radicalizó con el 15M y, posteriormente, en otros movimientos sociales.




Finalmente, queremos acabar remarcando que en la situación actual de crisis sistémica capitalista, más importante que votar el 26J es organizarse y luchar desde posiciones anticapitalistas, la única manera de construir realmente un futuro digno para nuestro entorno natural y para nosotr@s mism@s.


Colectivo Acción Anticapitalista